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Comunicación entre los Himalayas y México:


Corrían los años cuando la electrónica se encontraba en una nueva etapa de desarrollo y empezaban a difundirse en el planeta nuevas tecnologías premonitorias de lo que sería la intercomunicación global. Teléfonos celulares y satelitales así como el Internet, los cuales si bien aun estaban restringidos a unos cuantos, pocos años después se masificaría su uso llevando el intercambio de información a alcances nunca antes vistos al menos en la Historia de la actual humanidad.


Por aquellos tiempos, a mediados de la década de los 80's, México entraba en el club de los países con presencia en el espacio adquiriendo derechos sobre posiciones geoestacionarias sobre su territorio nacional, a través de la colocación de los satélites Morelos I y II.
Derivado de ello, fue posible que aquella tecnología empezara a influir en nuestro país.



Considerando que Bitnet (antecedente de Internet), en su fase inicial estuvo destinada al intercambio entre centros académicos y de investigación a nivel internacional, no es extraño que fuera la Universidad Nacional Autónoma de México, máxima casa de estudios de nuestro país, a quien correspondiera el privilegio de ser una de las primeras universidades de América Latina en contar con dicho servicio.

Lo que si fue un poco más extraño es el hecho de que si bien existía una dependencia específica encargada de las cuestiones relacionadas con la administración general del cómputo en la universidad DGSCA (Dirección General de servicios de Cómputo Académico), el honor de ser el nodo de entrada correspondió al Instituto de Astronomía de la mencionada universidad. Lo anterior debido a que la Dra. Gloria Koenigsberger, entonces directora de dicho instituto, mantenía importantes vínculos académicos con investigadores de uno de los nodos principales de los Estados Unidos, NCAR (Centro Nacional de Investigación Atmosférica, por sus siglas en ingles) con sede en Boulder, Colorado. La conexión llegó a nuestro país primero vía fibra óptica al norte en las instalaciones de Ensenada y más tarde vía satélite a las de ciudad universitaria en el centro del país.


Por aquellos tiempos me encontraba en las fases finales de construcción y pruebas de mi proyecto de tesis de licenciatura. Fui contratado para ello en el Departamento de Instrumentación del mencionado instituto, cuya función era el diseño, construcción y pruebas de equipo óptico, mecánico y electrónico tendiente a ser utilizado en las instalaciones del Observatorio Astronómico Nacional (OAN) de México, al servicio de la astronomía mexicana.

Cabe señalar que por aquel entonces las computadoras eran algo muy distinto a las versátiles y poderosas máquinas que conocemos hoy en día. Baste recordar que hasta 1990 estuvo disponible la primera versión de Windows. Pero con el nuevo recurso, el instituto intentaba dar sus primeros pasos en una más de las tantas áreas de frontera en investigación y desarrollo de instrumentación, incursionando en el área de observación a distancia, que requiere de la remotización del control de instrumentos y telescopios.
En lo personal, por aquellos años yo no estaba involucrado en esa área en específico, es más, ni siquiera era un usuario asiduo de la red, pues el material disponible en ese entonces consistía sobre todo en artículos científicos más bien teóricos, y la información sobre el desarrollo de equipos astronómicos, área de mi interés, era muy limitada por diversas cuestiones, entre ellas ventaja tecnológica, derechos comerciales y hasta por cuestiones de seguridad nacional derivada de la política de los Estados Unidos, cosa corriente si consideramos que no pocas componentes utilizadas en dicha área de investigación comparten con la medicina el dudoso privilegio de ser derivados directos de frontera de los desarrollos de investigación militar. La perspectiva del cielo y la salud manejados por aquellos que controlan el planeta y dosifican la muerte, algo para reflexionar.
En fin que todo lo anterior es para resaltar el hecho de que aunque para finales de la década de los 80´s ya hubiera computadoras e Internet en México, eran más bien raras y principalmente del interés de expertos, más que de uso común y tan generalizado como hoy en día.

Al poco tiempo después de que llegara la señal a la sede de Ensenada, la misma llegaba a la Ciudad Universitaria por medio de una antena satelital instalada en la parte superior del Instituto de Astronomía.
Recuerdo aquel acontecimiento, donde personal del Departamento de Comunicaciones del Instituto de Ingeniería, estuviera a cargo de la supervisión durante la instalación de la misma. En aquel entonces ese departamento estaba dirigido por el Dr. Rodolfo Neri Vela, quien derivado de la negociación de los satélites adquiridos en el país tuviera el privilegio de ser el primer astronauta mexicano y de Iberoamérica.


Más por curiosidad que por ser útil, algunas tardes subí junto con algunos compañeros del departamento para presenciar la instalación de la antena parabólica que era montada dos pisos arriba, justo por encima de mi oficina, en la azotea del instituto.
Todo aquello ocurría literalmente sobre mi cabeza” sin que yo estuviera ni remotamente consciente del profundo impacto que en el futuro cercano tendría aquel recurso tanto en las comunicaciones de México como del planeta entero.
La anterior narración tiene como propósito ubicar el contexto sobre el hecho siguiente:
Rodrigo, a quien conociera a la mañana siguiente de una velación vinculada con la toltequidad, en Tula, y por cuya intermediación tuviera mi primer contacto con
El hermanito y con la obra de Jacobo Grinberg. Sabedor de que el instituto donde yo trabajaba contaba ya con Internet, me comentó que un amigo suyo, vinculado con el alpinismo de alta montaña, se encontraba junto con un equipo de expedición internacional intentando alcanzar la cima del Chomolugma en los Himalayas (conocido en occidente como Everest), y que dicho equipo era patrocinado por una de las compañías líderes en comunicaciones a nivel mundial, por lo que este contaba con un teléfono satelital que era capaz de recibir comunicación vía Internet.
Me preguntó si contaba con un correo electrónico, cosa que por ese entonces era muy rara en general. Incluso en el propio instituto aquel privilegio era exclusivo del personal académico.
Aunque yo prácticamente no lo utilizaba pues por un lado no tenía muchos colegas a quien escribirles y por otro aún me era extraña la costumbre que se estaba generalizando cada vez más de enviar un email, en lugar de hablar personalmente con los compañeros de las oficinas contiguas o llamarles por teléfono. Le respondí a mi amigo que si contaba con una dirección y él me proporcionó la correspondiente para enlazarme con su amigo, junto con unas palabras de aliento y un saludo.
Grande fue la sorpresa cuando unos pocos días después de que enviara aquel mensaje, el destinatario respondía desde el Everest a mi cuenta de correo.

Si bien el presente relato puede parecer irrelevante en si mismo, para mi guarda un profundo simbolismo al respecto de la comunicación entre los Himalayas y México, y la entrega energética de aquellas montañas a nuestro continente para esta Nueva Era, hecho que ha sido consignado por numerosos maestros, hombres de conocimiento y altos iniciados del planeta, entre ellos Ayocuan, Antonio Velasco Piña y el ya mencionado Dr. Grinberg, por mencionar tan solo unos pocos y aquéllos de mi más cercana influencia, algunos de entre muchos otros más.
Corresponde ahora a nuestro continente llevar la estafeta del despertar espiritual planetario. Hecho incluso manifiesto en el escudo de la propia universidad y sintetizado en su lema, inspiración del también ilustre mexicano y alto iniciado Don José Vasconcelos, quien fuera capaz de alcanzar una elevada visón unificadora y de tender puentes para contribuir con la unión del Norte y el Sur, del águila y el cóndor.

Como saben los guardianes de conocimiento, el chacra de México cuando está en su máxima expansión abarca desde lo que ahora conocemos como el Norte de Canadá hasta parte de América central, y también es sabido que esa energía de unificación corre por las montañas de Norte a Sur, por lo que, tanto las influencias tecnológicas como económicas (por ejemplo: el TLC o NAFTA), son vehículos materiales del inevitable encuentro que lo llevará a su reunificación, más allá de la perspectiva geopolítica contemporánea.
De igual manera la integración de toda América, e incluso de todo el planeta, poco a poco, generación tras generación se va volviendo una realidad como bellamente está sintetizado en el ícono de la Virgen de Guadalupe, que al igual que el escudo de nuestra máxima casa de estudios, es un símbolo sagrado vinculado al surgimiento en América del quinto sol, la quinta raza, la raza cósmica.



Por mi raza hablará el espíritu

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