Mi infancia transcurrió fundamentalmente con mi madre, pues mi padre había dejado su cuerpo cuando yo contaba con apenas tres años de edad. Como no tenía hermanos y los niños de mi edad no resonaban con mis inquietudes más profundas, entre ellos mi primo más cercano con quien mantenía relación más o menos frecuente aunque muchas veces más por iniciativa de nuestras madres que por nosotros mismos, me acostumbré a estar conmigo mismo y a vivir en mi mente.
Aunque participaba regularmente y con agrado en los juegos de otros niños incluidos mi compañeros de calle y de escuela y siempre he tenido buenos amigos aunque más bien pocos pues me siento más cómodo en el contacto personal que en grupos grandes. Cuando estaba en casa “solo”, me era muy común jugar con compañeros “imaginarios”, y los únicos juguetes con los que no me aburría rápidamente eran los que yo mismo podía armar, pues estimulaban mi imaginación y me permitían dejarla volar con mayor flexibilidad: Mecanos de metal y plástico para armar complejos ingenios entre ellos grúas, vehículos, puentes, etc.. Bloques de construcción de diversos tipos, de plástico para armar castillos, de madera para armar cabañas. Después mis juguetes pasarían a ser “kits” científicos de electrónica, química, óptica, etc., y con el tiempo esos circuitos electrónicos crecerían en complejidad hasta llegar durante mi vida profesional a ser instrumentos para investigación científica en diversas áreas, entre ellas la astrofísica.
La travesía por el camino espiritual en su momento empezaría a revelar como los mismos principios operan a diferentes escalas, y como por medio de la conciencia pueden usarse por ejemplo para “activar” circuitos energéticos cósmicos que permiten entre otras cosas, contribuir con la estabilización planetaria. Conocimiento del que un poco al menos he podido compartir también a través de bloques de palabras ensambladas virtualmente en el ciberespacio.
En medio de todo aquello, un pensamiento recurrente me ha acompañado, particularmente durante mi infancia
¿Seria posible dejarse uno mismo un mensaje desde otra vida para recordar su misión en una posterior?.
Corría el mes de Junio de 1973 y yo era un niño de 11 años. Me encontraba con mi madre en la casa de aquellos años ubicada en la Colonia Roma jugando “solo” y de pronto le dije, toma papel y lápiz te voy a dictar un libro.
Empecé con el título del mismo “Metamorfosis del tiempo”, para pasar luego a enumerar sus capítulos y posteriormente iniciar con el contenido del primero de ellos.
El dictado empezó a ser de tal velocidad que ella tuvo que recurrir a la taquigrafía para poder seguirme y así continuó hasta que me detuve.
El dictado empezó a ser de tal velocidad que ella tuvo que recurrir a la taquigrafía para poder seguirme y así continuó hasta que me detuve.
Han pasado un poco más de tres décadas desde aquella experiencia, y diversos personajes han ido apareciendo a lo largo de mi vida, entre ellos chamanes, médiums, maestros espirituales, guardianes de rutas, templos, bosques y otros lugares sagrados tanto de México como de diversas regiones del planeta, entre ellas: América del Norte y del Sur, Europa, Tíbet, India, África y Oriente Medio.
Ellos poco a poco me han venido entregando información vinculada entre si por un común denominador: Los portales dimensionales custodiados por los guardianes del tiempo, donde es posible trascender el espacio tiempo común y tener acceso a los mundos internos.
Este conocimiento ha llegado a mi de muy diversas maneras, ya sea por medio de vivencias directas, en la mayoría de los casos, o bien a través de la entrega de coordenadas, mapas u otros documentos. Igualmente por medio de indicaciones y relatos referentes tanto a los diversos accesos a esos mundos como a la forma en que la vida transcurre en ellos, su tecnología y como esta es entregada gradualmente al mundo de superficie para ayudarle en su evolución.
Documentos de gran antigüedad acaban de serme reentregados por intermediación de esos mismos guardianes del tiempo, encontrándose entre ellos, las páginas de aquel dictado de mi infancia al que hago referencia en este relato y del cual transcribo por ahora tan solo el índice.
Capítulos
I.- Los siete universos
II.- Vida en el primer Universo
III.- Vida en el segundo Universo
IV.- Vida en el tercer Universo
V.- Vida en el cuarto Universo
VI.- Vida en el quinto Universo
VII.- Vida en el sexto Universo
VIII.- Vida en el séptimo Universo
IX.- Destrucción de seis Universos
X.- Traslado Universal
XI.- Creación del Planeta Atómico
XII.- Supervivencia de Terrícolas
XIII.- Nueva Creación Terrestre
"Conócete a ti mismo y conocerás al universo y a los dioses"
(Mmáxima griega inscrita en el Templo de Apolo (Delfos))
NUESTRO PROPIO ORGANISMO ES UNA REPRESENTACIÓN DEL UNIVERSO.
NUESTRO CUERPO FÍSICO ES UN UNIVERSO EN MINIATURA.
EL MISMO ORDEN QUE DESARROLLA EL UNIVERSO ESTÁ EN NOSOTROS.
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Este mundo en el que pareces vivir no es tu hogar. Y en algún recodo de tu mente sabes que esto es verdad. El recuerdo de tu hogar sigue rondándote, como si hubiera un lugar que te llamase a regresar, si bien no reconoces la Voz, ni lo que ésta te recuerda. No obstante, sigues sintiéndote como un extraño aquí, procedente de algún lugar desconocido. No es algo tan concreto que puedas decir con certeza que eres un exiliado aquí. Es más bien un sentimiento persistente, no más que una leve punzada a veces, que en otras ocasiones apenas recuerdas, algo que descartas sin ningún miramiento, pero que sin duda ha de volver a rondarte otra vez.
Escucha... tal vez puedas captar un leve atisbo de un estado inmemorial que no has olvidado del todo; tal vez sea un poco nebuloso, mas no te es totalmente desconocido: como una canción cuyo titulo olvidaste hace mucho tiempo, así como las circunstancias en las que la oíste.
...
Más allá del cuerpo, del sol y de las estrellas; más allá de todo lo que ves, y, sin embargo, en cierta forma familiar para ti, hay un arco de luz dorada que al contemplarlo se extiende hasta volverse un círculo enorme y luminoso. El círculo se llena de luz ante tus ojos. Sus bordes desaparecen, y lo que había dentro deja de estar contenido. La luz se expande y envuelve todo, extendiéndose hasta el infinito y brillando eternamente sin interrupciones ni limites de ninguna clase. Dentro de ella todo está unido en una continuidad perfecta. Es imposible imaginar que pueda haber algo que no esté dentro de ella, pues no hay lugar del que esta luz esté ausente.
Más allá del cuerpo, del sol y de las estrellas; más allá de todo lo que ves, y, sin embargo, en cierta forma familiar para ti, hay un arco de luz dorada que al contemplarlo se extiende hasta volverse un círculo enorme y luminoso. El círculo se llena de luz ante tus ojos. Sus bordes desaparecen, y lo que había dentro deja de estar contenido. La luz se expande y envuelve todo, extendiéndose hasta el infinito y brillando eternamente sin interrupciones ni limites de ninguna clase. Dentro de ella todo está unido en una continuidad perfecta. Es imposible imaginar que pueda haber algo que no esté dentro de ella, pues no hay lugar del que esta luz esté ausente.
La canción olvidada (fragmento); Un curso de milagros