sábado

Los espíritus de mis ancestros:



María Aurora Díaz Corona

Mi madre aún se encuentra en su cuerpo ahora que esto escribo, y es precisamente este el motivo  por el que empiezo por ella. A modo de agradecimiento por haberme dado guía y soporte alrededor de ya casi medio siglo, siendo mi ejemplo más cercano y constante de amor incondicional.

Ella, como comento en la introducción de estos relatos, ha tenido al igual que varios de los miembros de mi familia materna, múltiples eventos vinculados al “más allá” desde su infancia, particularmente las mujeres, quienes más comúnmente “se dejan llevar” por la intuición sin la interferencia racional. Lo mismo ha ocurrido con su madre y no se desde cuanto tiempo atrás en esa línea ha estado presente esa capacidad de ser “enlazador de mundos”, conocida comúnmente como mediumnidad.

Quizá haya muchas más historias en mi mente inconsciente, enterradas en mi memoria a las cuales no puedo acceder en este momento y compartir, pero para muestra será suficiente con las que recuerdo claramente y que me han acompañado a lo largo de mi vida. De entre estas narraré algunas de las que considero más significativas y que por lo mismo me han dejado onda huella. En general una tónica común de esta capacidad entre mi linaje materno es el hecho de percibir eventos antes de que sucedan, o bien imágenes o sensaciones al entrar en contacto con lugares o personas, mismas que fueron determinantes y condujeron a la toma de decisiones que afectarían su futuro. Dos historias especialmente impactantes que recuerdo, y que al escucharlas confieso provocaban el que percibiera una densa atmósfera a mi alrededor misma que me infundía un poco de temor cuando era niño son las siguientes, ambas vinculadas con el estado de Jalisco y mas específicamente con “El Chante”, pueblo del que eran originarios mi abuelos de esa línea.
En la primera mitad del siglo pasado, un familiar quien recientemente enviudara y que se encontraba en estado de desamparo económico, tuvo un sueño donde su cónyuge le decía que buscara en determinado lugar de la casa. Una de esas amplias casas de pueblo, con gruesas paredes de adobe y amplias zonas exteriores. La voz que se dirija a ella durante ese “sueño”, le dijo, tan cierto es lo que te digo que aquí te dejo una prueba.
A la mañana siguiente, al abrir los ojos aquel personaje que sin recordar su “sueño” de la noche anterior se disponía a levantarse, al dar vuelta su cabeza en la almohada, encontraba para su sorpresa, la huella de una mano quemada sobre la misma. Al ver aquello, de golpe recordó su sueño y tan pronto como pudo fue al lugar indicado donde encontró dinero enterrado sobrado para su sobrevivencia. La historia no terminó tan bien, pues, cuando el contacto con los seres del más allá es derivado de bajas frecuencias como la avaricia que lleva a enterrar dinero, las mismas frecuencias nos enlazan. Aquel familiar fue seducido por alguien solo interesado en su fortuna y rápidamente la dejó en la miseria y más tarde el abandono.
Quizá es por ello que estas historias me provocaban miedo de niño, pues invocaban de manera inconsciente a “muertos”, seres del bajo astral que dominados por sus pasiones no encontraban la paz y quedaban vinculados con lo material. Caso muy diferente al de los maestros ascendidos quienes entregan guía superior, y llevan a la paz, a la felicidad y al desapego a quienes entran en contacto con ellos.

Otro relato narra que en cierta ocasión uno de los tíos, se encontraba en la parte posterior de la casa, en “el chiquero” concretamente,  alimentando a los cerdos. Una persona que llegaba de visita, al acercarse a donde este se encontraba le preguntó ¿Por que tienes esas ollas con dinero a la vista? ¡Escóndelas, te las van a robar!. Sorprendido el dueño de la casa volteo la mirada para confirmar que efectivamente las ollas que apenas unos cuantos minutos atrás desenterrara llenas de carbón, se encontraban ahora repletas de monedas de oro. No sé el desenlace de esta historia, pero también es cierto que pueden ocurrir hechos milagrosos de todo tipo, y que pueden ser entregados y llevar el bien a incontables personas de buen corazón y nobles sentimientos, con el propósito de ayudarles a realizar misiones elevadas y altruistas en beneficio de la humanidad.

Pasando ahora al caso de mi madre, existen varias historias, donde de alguna manera el dinero ronda a su derredor pero no le corresponde a ella recibirlo ni disfrutarlo.

Por ejemplo, y este es uno que con algunas variantes en los detalles se repite a lo largo de su vida. Siendo niña y viviendo ya en la Ciudad de México, en una casa grande y de cierta antigüedad, he escuchado decir a mi madre y a otras de sus hermanas, que era común que en el sótano se les aparecieran monedas entre otros objetos mismas que de manera intuitiva ellas no mostraban a sus padres temerosas de que les preguntaran de donde las habían sacado y las regañaran. Según recuerdo también jugaban con algunos “espíritus” que en ese espacio se encontraban. Lo anterior ocurrió de manera continua durante el tiempo que vivieron en dicha casa, hasta que un día parte de el techo de una de las habitaciones se desprendió frente a los ojos de mi madre quien afortunadamente saliera ilesa, pero, ante el temor de que alguno de los hijos e incluso mis propios abuelos sufrieran algún dañó, decidieron mudarse. Cual sería la sorpresa del nuevo habitante que al iniciar las reparaciones y modificaciones para habitar su nueva propiedad, encontraría dinero suficiente para demolerla y decidir construir allí mismo un edificio, ¿e incluso más?.

Quizá la historia mas significativa de este tipo para mi y que vincula a mis padres es la siguiente. Cuando mi madre enviudara, siendo yo un niño de alrededor de tres años de edad. Mi madre desamparada ante el hecho de haber quedado sola sin un testamento que la incluyera junto conmigo entre la herencia que se disputaban mis medios hermanos, muchos mayores a mi y de dos matrimonios anteriores de su esposo. Un día pidiendo ayuda y guía superior, sueña con mi padre quien le dice que por favor le lleve lo que tiene en determinada bolsa de uno de sus sacos. Esa noche fue despertada por el sonido de un reloj de pared que llevaba tiempo sin funcionar, lo que le permitió recordar el sueño y buscar la prenda señalada. Si bien recientemente había empezado a regalar algunos objetos personales que pertenecieran a su esposo, ese preciso saco aun se encontraba en casa y en este aparecería, en la bolsa señalada durante el sueño, una tarjeta de presentación. En ella se encontraban los datos de un abogado, hermano masón de mi padre cuya intervención sería determinante para el desarrollo de múltiples eventos de nuestra vida, incluso en el presente aun cuando muchos años atrás este dejara su cuerpo.

Esos mismos maestros, quienes en los tiempos recientes han venido siendo su guía, le han inspirado la canción que se comparte a continuación.




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