- Preparando un viaje a Cuba:
Se acercaba la fecha del congreso de Optica y Laseres (OPTILAS) que se realizaría en la isla de Cuba y se daban dos condiciones favorables. Por un lado había ingresos extraordinarios de un proyecto universitario de los cuales era posible obtener fondos para viáticos y pasajes para asistir, y por otro lado, teníamos un proyecto que podía acomodarse más o menos a la temática. Digo más o menos pues siempre los sistemas para Investigación Astronómica que desarrollábamos en el Departamento de Instrumentación del instituto donde trabajaba, eran muy ingenieriles para los congresos científicos y muy científicos para los congresos de Ingeniería.
Pero el caso es que enviamos el resumen, fue aprobado, nos otorgaron los recursos económicos, hicimos las reservaciones de hotel, terminamos el artículo y nos dispusimos para partir a la isla.
Para mi era una oportunidad maravillosa, que nunca me había planteado. Mi referencia principal era la “Nueva Trova Cubana”, influencia musical que definió en buena medida mi gusto durante mi adolescencia, por su belleza, profundidad e idealismo. Incluso fue un motivador fundamental para aprender a tocar guitarra. El gusto por esa música continúa hasta el presente.
Aquel viaje sería una oportunidad para conocer “La Habana vieja” y “Playa Girón”, lugares a los que el maestro Silvio Rodriguez ha hecho referencia en su trova, amén de vivir un sinnúmero de experiencias inesperadas. La emoción por el viaje empezaba a manifestarse.
Yo me consideraba una persona cuidadosa con mis objetos personales, y como era un poco aprehensivo ante los viajes, siempre revisaba minuciosamente mis documentos. En esa ocasión ocurrieron dos eventos extraordinarios, que hasta muchos años después comprendería su por que espiritual, la verdadera razón más allá de lo aparente.
Por un lado, un día antes por la noche, se le ocurrió a Arturo Iriarte, secretario académico en ese entonces que, Fernando Garfias, mi compañero de viaje, y yo, deberíamos llevar documentos en papel membretado del instituto a modo de cartas de presentación. La idea no era mala, el momento para la sugerencia, si, pues, Arturo no tenia dicho papel y como era tarde el almacén de papelería estaba cerrado.
Como no logramos obtener el papel por ninguna parte, coincidimos que la solución era “escanear” uno e imprimirlo con el texto correspondiente para finalmente ponerle la firma.
La verdad el documento se veía raro, pero como no era falso sino solo improvisado, y como sería utilizado para los fines adecuados y llevaba una firma auténtica pues, consideramos que eso era mejor que nada. Metimos ambos documentos en un sobre y nos fuimos cada quien a su casa. Al día siguiente debíamos madrugar para partir rumbo a la caribeña isla.
Nos encontramos en el aeropuerto alrededor de las cuatro de la madrugada. Debíamos pasar migración, hecho extraordinario, pues en general debe tramitarse la visa correspondiente con algunas semanas de anticipación en la propia embajada de Cuba en México, pero por las características del paquete comprado y solo por ello, era posible pasar migración antes de tomar el vuelo, en el propio aeropuerto antes de salir de la Ciudad de México.
Frente a la ventanilla de migración, entregamos los pasaportes de ambos los cuales fueron visados sin ningún problema por el agente migratorio. Nos dirigimos a la sala de espera, abordamos el avión y partimos hacia nuestro destino.
- Un encuentro en Morelia, la antigua Valladolid:
Apenas unos días antes había regresado yo de la ciudad de Morelia Michoacán, donde había sido invitado por parte de los Institutos Tecnológicos de la SEP para fungir como jurado en el Concurso Nacional de Creatividad en el área de ciencias. Como en esa ciudad tenía algunos parientes los fui a visitar para conocerlos y llevarles saludos de parte de mi madre. Fueron muy gentiles y entre los diferentes paseos a los que me llevaron por la ciudad, una noche me invitaron a casa de una amiga de ellos que vivía en una bella construcción decorada con columnas de madera tallada y otros objetos artesanales del tipo que abunda en la región. La casa, ubicada a lo alto y en una de las orillas de la ciudad, permitía contemplar esta en toda su extensión.
Pasamos una agradable velada, y, al despedirnos, nuestra anfitriona comentó que tenía una hija, Roció, estudiante de arqueología en la ciudad de México y me pidió que si no era mucha molestia le llevara una cafetera. Gustoso accedí, por un lado era una forma de agradecer su generosa hospitalidad, por el otro era la oportunidad de conocer a su hija, con quien podría platicar a respecto de su área profesional, aprender cosas nuevas y hasta una amistad podía darse, como de hecho ocurrió.
Antes de volver a la ciudad, decidí regresar a Patzcuaró, y a las Yacatas de Tzintzuntzan, lugar que me produjera una onda impresión cuando apenas lo conociera unos cuantos días atrás en ese mismo viaje y como parte de uno de los “tours” organizados por el Instituto Tecnológico sede.
En la zona arqueológica, frente a la mágica quietud del lago de Patzcuaro, en silencio realicé un ritual personal, ignorante del efecto que produciría todo eso.
De regreso a la ciudad de México, me comuniqué al teléfono que me había dado la madre de Rocío. Ella me contestó y le comenté que le traía un encargo, me dio su dirección, muy cercana a la universidad donde yo trabajaba, y acordamos una cita.
Al llegar a la misma, nos saludamos, platicamos al respecto de los detalles que ahora hacían posible este encuentro y algunas cosas más. Lo que sería definitivo y es el por que de esta aparentemente intrascendente, pero fundamental desviación en mi historia, es que estando sentado en el sillón donde permanecí durante la visita, casi al final de la misma, de pronto saltó sobre el costado a mi lado una pequeña gatita. Inmediatamente Rocío exclamó enérgica ¡Bájate Regina! .
Ocurrieron entonces dos cosas, por un lado el animalito obedeció, pero por el otro, esa reacción me produjo el efecto inmediato de asociar el nombre con la novela homónima del Lic. Antonio Velasco Piña. Le pregunté a Rocío - ¿Has leído Regina?, a lo que ella respondió afirmativamente. Me preguntó ¿Y tu?. Confesé que no. Se levantó del sillón donde se encontraba para ir por el mencionado libro. Regresó y extendiendo su mano me dijo ¡Toma, llévatelo, te lo presto!. Gustoso acepté, me despedí. Apenas unos días después empacaba el texto para llevarlo como lectura durante mi viaje por Cuba.
- Un viaje relámpago Mexico-Cuba-Mexico acompañado por Regina:
Fui leyendo Regina mientras volaba con rumbo a La Habana donde presentaríamos nuestro trabajo en el congreso. Aterrizamos en el aeropuerto José Martí, descendimos del aparato e hicimos fila para pasar nuevamente migración como requisito previo a la internación al territorio.
Después de algún tiempo y faltando ya tan solo tres personas, mi eterno tres, algo me dijo que viera mi pasaporte. Lo abrí y palidecí al darme cuenta hasta ese momento que el documento había vencido apenas unas semanas atrás. Estuve a punto de desmayarme ante la sensación inconsciente de todo lo que podría ocurrir, de todo lo que ese descuido podría implicar, de todo lo que me perdería si me impedían el acceso.
Rogué en silencio pidiendo que no se dieran cuenta o que fuera posible solucionarlo de manera simple. Llegó mi turno frente al agente migratorio, entregué mi pasaporte tratando de fingir calma y naturalidad, sin embargo quizá como no era de madrugada o como no era solo un visado de trámite, inmediatamente fui detectado y reprendido con la frase ¡Señor, usted viajó con un pasaporte vencido!.
Primero simplemente guardé silencio, para que echar mas leña al fuego. Había sido sorprendido "in fraganti", la acusación era verdadera.
Me preguntó por que motivo viaja a la isla. Le comenté que venía a un congreso científico, que trabajaba en una universidad en mi país, que había sido visado apenas hace unas cuantas horas por la propia aerolínea sin que ni el agente migratorio, ni yo, nos diéramos cuenta del hecho.
Me pidió algún documento que confirmara mis afirmaciones, y ¡Oh sincronicidad!, además de algunos materiales con textos y diagramas para la presentación y mi credencial universitaria, lo único que llevaba como documento de la propia universidad era la carta de presentación antes mencionada, misma que ni a mi me convencía.
Para redondear el asunto, nuestro contacto de la Universidad de La Habana, que nos recogería en el aeropuerto a nuestra llegada, y que quizá hubiera podido interceder por mí, aun no había llegado cuando todo esto sucedía.
El agente migratorio consultó el caso con su superior, y la resolución fue negarme el permiso de internación.
Escoltado por dos guardias armados, uno a cada lada mió, fui llevado al mismo avión en el que había arribado hacía menos de dos horas antes, de regreso a la Ciudad de México. Ahí terminó mi odisea en territorio cubano.
- Un viaje frustrado:
No tengo que describir el estado de profunda frustración que me embargaba durante mi regreso, pero intentando no quedarme “atorado” en lo inevitable, continué leyendo la fascinante novela cuya lectura había iniciado durante mi viaje de ida.
En ese mismo estado arribé a la ciudad de México y doce horas después, a las cuatro de la tarde, con una sensación de profundo abatimiento llegué a casa. Decidí, agotado por el viaje, meterme a la cama y desconectarme del todo para tan pronto como pudiera intentar tramitar mi pasaporte y regresar a la isla, donde tenía pagado el hospedaje por dos semanas y un vuelo de regreso.
Al día siguiente no pude adelantar en los trámites pues era día “feriado”, así que lo dediqué a avanzar lo mas posible en mi lectura pues estaba profundamente impactado por su reveladora temática, el ágil estilo de la novela, los fascinantes hechos narrados, y la espiritual y elevada visión del autor. Llegó la mañana siguiente y muy temprano me presenté a tramitar mi pasaporte.
En lo que esperaba a que me lo entregaran, sentado en una banca exterior, continué con la lectura de la novela que cada vez me parecía más y más interesante. Antes del mediodía ya tenía un nuevo pasaporte vigente, ahora solo debía obtener la visa correspondiente y conseguir un nuevo vuelo de regreso a La Habana.
Hablé a la aerolínea, atendió mi caso la persona correspondiente, le expliqué la situación, argumenté que ellos tenían alguna responsabilidad pues me habían visado. El caso es que después de dos días de incontables negociaciones y faxes enviados a diferentes personas, tanto de la aerolínea como de la embajada e intentando todos los tonos posibles, quedó claro que no podría regresar a la isla ni aunque pagara un nuevo boleto sencillo, pues, solo con el paquete adquirido en viaje redondo era posible que me visara la aerolínea, y, por la vía de la embajada el trámite tardaría más de dos semanas. No podía creerlo, aumentaba más y más mi sensación de impotencia cuando de pronto algo en mi se rindió y se puso en manos superiores.
Meses después mi caso se resolvería con una bonificación por parte de la aerolínea equivalente al 50% del costo del boleto aéreo, pero la oportunidad de aquel anhelado viaje, se había esfumado.
- Turismo histórico-espiritual con presupuesto universitario:
Tenía permiso de ausencia por dos semanas por parte del instituto donde laboraba y faltaban unos diez días para que el plazo se venciera. Como no estaba de humor para regresar y dar explicaciones y quizá hasta tener que aguantar el ser reprendido con justa razón por desperdiciar, por un descuido, recursos universitarios. Decidí no presentarme en el instituto hasta la fecha en que se esperaba mi regreso y dedicar mejor ese tiempo a visitar los lugares mencionados en el libro de Regina. Esa decisión sería definitiva, años después cuando fuera mi tiempo de dejar la universidad para partir en un fascinante viaje a Egipto, pero esa es otra historia.
Regresando a mi relato, la catedral, el zócalo, el palacio nacional, Tlatelolco, Chapultepec, etc., eran lugares, todos ellos, que ya conocía de antes, de siempre como casi todos los mexicanos e incluso muchos extranjeros, pero que ahora resurgían ante mí como iluminados por una visión superior, sagrada y tomaban una dimensión unificada y trascendente que nunca hasta ahora había encontrado en un libro de historia, pero que describían a la perfección algo que siempre había sentido en mi interior, desde mi ser mas profundo. Tenía sed de encontrarme frente a frente con las campanas y las rejas de tumbaga de la catedral, elaboradas siglos atrás por alquimistas chinos según afirmaba el autor. Y verlas, sentirlas, escucharlas quizá. De entrar al bosque de Chapultepec por la puerta de las flores y encontrarme con los ahuehuetes, y con el entonces guardián “El Sargento”. Ansiaba recorrer Tlatelolco, y sus edificaciones representantes de tres culturas, tres momentos de México. En fin que tenía urgencia de sentir ese México sagrado y trascendente al cual hacía referencia constante “el testigo”, entregándome una esperanza y un respeto por mi patria que hacia tiempo había perdido, o que quizá incluso nunca antes había sentido.
Empezaba, sin darme cuenta, a comprender a José Vasconcelos y su profunda raza cósmica. Al final de cuentas y sin buscarlo comprendía mejor desde la historia de Regina y la visión de “el testigo” cuan trascendente era y cuanto guarda nuestro lema universitario “Por mi raza hablará el espíritu”.
En una hermosa ironía de la vida, intentando alejarme de la UNAM me encontraba con ella, ahora más intimamente que nunca.
- Crónica de una muerte evitada:
A más de una década de los eventos antes mencionado, la vida por caminos por demás milagrosos me ha puesto en cercana amistad con el autor de Regina, y varios de los guardines vinculados con ella. Así como con varios exdiscípulos, y amigos del médium cubano Jorge Berroa, enviado a México para ayudar en el despertar. Trascendido hace unos dos años (2006), ahora espíritu.
Muy recientemente, apenas unos cuantos meses atrás, como un comentario casual en una muy reveladora sesión con Leticia, una médium exalumna de Jorge con quien mantengo contacto desde hace un poco más de un año y que me fuera presentada por el propio testigo de Regina, misma que desconocía totalmente todo lo antes narrado. El espíritu de Jorge me reveló a través de ella que si hubiera ingresado a la isla, habría muerto. Quedándo claro que fue Regina quien salvó mi vida. Igualmente se ha revelado a través de un médium profundamente vinculado con Regina, la función energética de mi viaje previo a Morelia, la antigua Valladolid asociada con acontecimientos trascendentales de México.
Tiempo despues, nuevamente Jorge con intermediación de otra medium me explica las razones de todo lo anterior.
Incluso, por si todo lo anterior fuera poco, diversos sincrónicos eventos del todo inconcientes para mi, me llevaron a vivir en la Unidad Habitacional construida para servir como sede del Comité Ejecutivo Olímpico Nacional para las Olimpiadas del 68, lugar desde donde ahora esto escribo.
Siempre, todo, está en las manos de Dios.