Un viejo pendiente me llevó nuevamente a una cita a el Espacio Escultórico de la UNAM, otro mas de los lugares sagrados de México vinculado con Regina, donde se percibe una especial energía que facilita el acceder a una profunda paz, e incluso desde allí, a superiores estados de consciencia que permiten experimentar fantásticos eventos mas allá de la dimensión cotidiana.
El padre de mi amigo y excolega Leonardo, había trascendido meses atrás y desde entonces de manera reiterada llegaba la indicación de que parte de sus cenizas debían ser llevadas al EE, pues en vida estuvo vinculado con la creación de ese espacio desde su influencia dentro de la universidad, e incluso sensible al mundo espiritual y sus energías lo denominaba mandala telúrico.
La cita ocurrió finalmente el 12 de Diciembre del 2008, día en que varios eventos de profunda importancia vinculados con la Virgen de Guadalupe ocurrirían. Entre ellos la presentación por parte de Laura Esquivel del libro "SURAMERIS" de Fresia Castro, esta última chilena y querida amiga de ambos. Y para mi ambas queridas amigas, maestras y compañeras de camino espiritual.
Como ese día era feriado, muchas de las instalaciones del campus universitario se encontraban cerradas, ese era el caso del EE. Sin embargo, al poco rato de pedir mentalmente al universo y al lugar permiso para entrar y esperar la respuesta, se reveló un acceso simple por el cual pudimos penetrar.
Otras experiencias compartidas con Leonardo, algunas de ellas vinculadas con el mundo de la toltequidad dieron siempre la certeza de que él mismo debía decidir la forma del ritual y los objetos que realizaría en memoria de su padre. La única recomendación que sentía debía hacer, además del comentario realizado meses atrás de que me permitiera acompañarlo en ese “viaje” si él estaba de acuerdo, es que entráramos por la puerta del Oriente.
El aceptó, y propuso cada paso de la experiencia, lugares, formas, ritmos, yo tan solo tenía la oportunidad de acompañarlo y ser testigo.
Inicialmente nos dirigimos al árbol de pirul donde ritualmente se realiza una limpieza energética para acceder al espacio sagrado. Penetramos por la puerta ya mencionada y, para sintonizarnos con las energías allí existentes, antes del ingreso recorrimos la totalidad del perímetro exterior. Durante ese recorrido de pronto se manifestó claramente la energía de su padre, pero lo que no esperaba es que la del mío, fallecido muchos años atrás, también. Como respuesta llegó la imagen mental de la península de Yucatan, vinculada con los progenitores y ancestros de ambos. Se empezaba a “abrir” el acceso energético para una vieja cita.
Penetramos al circulo mas interno formado de milenaria lava solidificada que alguna vez fuera expulsada por el volcán Xitle, ahora inactivo, aunque desde entonces natural arquitecto de esa zona del sur de la ciudad.
Nos acercamos al centro por entre el accidentado paisaje, y en una depresión natural que nos protegía y nos permitía ser “invisibles” seleccionada por mi amigo, este improvisó un “altar” e instaló los diversos objetos que llevaba consigo y que lo vinculaban con su linaje paterno. Entre ellos se encontraba una composición gráfica realizada por él, formada con imágenes de su progenitor, del espacio escultórico y del denominado calendario azteca.
En medio del aquel ritual, y de una paz mas allá de esta dimensión, de pronto se abrió una puerta dimensional donde fuimos transportados en el espacio tiempo hasta encontrarnos en sensación y con elementos simbólicos que nos evocaron a ambos una vieja batalla naval, uno de nuestros vínculos en la vida actual.
Desde hace tiempo se nos había ido revelando de diversas formas a ambos, que en siglo XIX fuimos marinos, él vinculado con Escocia y yo con Sevilla, y algo así como que en ese entonces fuimos aliados aun cuando nuestras circunstancias familiares y nacionales estaban enemistadas por intereses intervencionistas. Hecho que continua en nuestras existencias actuales y que ha dado origen a una larga historia de batallas, de desapego y perdón, al menos por mi parte, así como a otros múltiples fantásticos acontecimientos.
Después de un tiempo indeterminado vivenciando los eventos asociados con ese estado de consciencia, mi amigo sintió que era momento de proceder a cerrar el ritual y depositar las cenizas y ofrendas. Para ello escogió una de la tantas grietas existentes entre las rocas. Hecho lo anterior nos retiramos, respetuosamente y en silencio, de igual manera como lo hicimos desde que ingresamos al lugar.
Como en otras ocasiones, un pequeña ofrenda que ambos decidimos entregar a aquel espacio para agradecer la experiencia, fue recoger un poco de la basura existente en ese entorno sagrado y llevarla a los basureros correspondientes ubicados en el exterior.
Siguiendo a mi amigo, salimos del mágico círculo, por la misma puerta por la que habíamos entrado, mirando de frente al lugar, caminando hacía atrás. De pronto llegó la sensación de mirar hacia el suelo, y al hacerlo noté que sobre la fina capa de tezontle, existente entre las murallas del mandala y el perímetro de roca que limita al circulo interno, se encontraba plasmada una reproducción a escala perfecta del calendario azteca (Piedra del Sol). Algo así como un agroglifo (crop circle) misma que no notamos al ingresar al espacio por el mismo acceso. Señalé con mi mano aquella forma haciéndosela notar a mi amigo y ambos nos quedamos observando, en reverente silencio ante la magnífica sincronicidad con que nos estaba obsequiando el universo, profunda y perfecta confirmación del trabajo realizado.
De “reojo” pude percibir una suave turbulencia ondulante en la atmósfera enmarcada por entre los megalitos de la puerta que amurallan aquel entorno.
Fue hasta días después, mientras escribía una lineas a mi amigo Leonardo agradeciendo la oportunidad de compartir aquella experiencia sagrada con él, que comprendí que se había abierto nuevamente la energía vinculada con la puerta dimensional de la ciudad amurallada de Campeche.
Tiempo atrás Antonio, otro querido amigo, compañero y maestro, en una de nuestras tantas pláticas donde me ha entregado profundos comentarios “premonitorios” de los que muy poco he alcanzado a interiorizar y captar en su cabal magnitud, me dijo: “los escritores comprendemos muchas cosas cuando las plasmamos en palabras”.